martes, 21 de septiembre de 2010

"Tú que puedes, vuélvete", Profesora J. Carranza

        Setiembre de 2003
                                                    
Estas reflexiones tendrán, sin duda, un tono ligeramente nostálgico. Se referirán a la especial relación entre aquellos adolescentes llenos de proyectos y expectativas, que hoy son mujeres y hombres maduros y una mujer- joven entonces y hoy pisando la sombra de la ancianidad- que oficiaba de guía para entrar en el mundo , bello e inquietante, de la literatura.

Cuando veo a los estudiantes de hoy, organizándose para obtener “rebajas” en el nivel de exigencia intelectual; cuando me entero de que se restringen las horas y los días de dedicación a la excitante tarea de COMPRENDER, me pregunto si en mi recuerdo no habré inventado los ojos ávidos o los silencios de templo con que Uds. escuchaban un poema de Neruda o un fragmento de Kafka. Si habré idealizado el vínculo que nos unía, hecho de trabajo, de severidad, de entrega, por un lado y de disciplina intelectual, de travesuras, de no merecida admiración, por otro. Ese entretejido de pensamientos, de esfuerzo, de emociones, de rabia y de despertares, nos unía, hacía un todo en el que, sin embargo, cada uno conservaba y guarda aún hoy, su perfil individual, enriquecido por aquel transcurrir cotidiano del esfuerzo,

Y aquí, enfrentada a la idea del transcurrir, me resulta inevitable la alusión al río de Heráclito, siempre el mismo y siempre diverso. El caudal imparable de los jóvenes que crecen, que se hacen padres, que van hacia la vida, que se dispersan. Y yo, viéndolos pasar, tratando de detener un instante esa fugacidad de vértigo en el que intenté sembrar una simiente que fructificaría, con suerte, cuando el impulso ya los hubiera llevado lejos.

Pero al cabo de los años, el milagro del regreso. La búsqueda y el reencuentro, que, en realidad es la reunión de los fragmentos que una irresistible fuerza centrífuga había diseminado. Pero que no había tenido el poder de mellar los lazos sutiles construidos con esperanza y tenacidad.

Y aquí estamos. Ustedes con el latido joven en los corazones, buscando rescatar la frescura de aquellos muchachos que entraron trémulos de espera al Pellegrini, aunque tratando también de olvidar las decepciones y la incomprensión que muchas veces los signó y los rebeló. Claro, todos imperfectos, todos vulnerables; algunos, arbitrarios o hinchados de solemnidad. Y yo, un puro júbilo, con la gratitud de sentirlos cerca, de regreso.

Julieta Carranza (profesora de literatura entre 1956-1970)
jcalzada@infovia.com.ar

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