martes, 21 de septiembre de 2010

Desde la Patagonia, Pablo Laclau

Precámbrico

Desenterrar el pasado que corresponde al período entre el final de mi niñez y el final de mi adolescencia, -bruscamente acelerado este último por rupturas y cambios de algún modo impensados por los que llevábamos a cuestas pocos años de vida y de vivencias- , tal vez sea un ejercicio algo engañoso, tamizando recuerdos con una mirada distante y menos apasionada que entonces, y tal vez con una mayor comprensión de hechos y personas.Incluso de uno mismo.
Cuento esto y me veo en un día de diciembre dando exámenes para ingresar al “Carlos Pellegrini” , y días después, mirando el listado y junto a mi nombre, los 32 puntos1 necesarios para entrar a primer año en el turno mañana.
Luego salta mi recuerdo a los primeros dias de clase, y a quien fue mi primer compañero de banco, y ahora editor de este boletín. A partir de Eduardo, mi memoria se entretiene con otras caras, compañeros con más de chicos que de grandes, y profesores con mucho más de grandes que de jóvenes.
Una fuerte solemnidad en el tamaño del edificio, las aulas, los gabinetes. Y de ahí subo al patio cerrado de arriba y al canto de la mañana que hoy me resulta aún más hermoso que una canción de Sui Generis, saludando a la bandera con una grabación mil veces escuchada, donde voces y rayaduras mezclaban su sonido, tapando el nuestro. Luego sigo el vuelo (triunfal?), y veo un día a Patricia (Silberstein)1 por la calle y luego conversamos de ello. También evoco discusiones fulberas en tiempos de recreo, con el River-Boca anterior en la retina que ponía a unos y a otros alternativamente tristes y alegres, entre los que te encontrabas vos, Miguel (Arcuschin)2. Los años pasaban y una existencia posiblemente bastante estructurada pero tambien altamente contenedora era la impronta del colegio. O bien: una existencia posiblemente contenedora pero también bastante estructurada era la impronta del colegio.
Materias ´duras´, como Práctica Contable por la noche, nos llevaban más de un disgusto hasta que pudimos entender que ´las ganancias se acreditan y las pérdidas se debitan´. En tanto, por la mañana, con nuestra suerte de tercera división, nos tocaba una profesora de inglés3, que nos hacía parar y repetir la ´th´ como ´d´ y nos tenía un rato paraditos diciendo ´dddddd…ddd´, con la consecuente tentación de alguno y castigo de tener que decirlo solito… Confieso que me ayudó a pronunciar (casi) bien, aunque ahora debería comenzar de nuevo.
Y también estaba la infaltable vuelta olímpica de los más grandes, objetivo anhelado y distante que dejaba algo de harina, algún petardo y mucho olor a huevo podrido en las aulas.
Después vino el ´73 y el ´74 y las cosas comenzaron a tomar otro color. ¿Liberador? No para mí. Al igual que todos o que muchos, en ese momento yo era hijo de mis circunstancias aunque no de mi propia experiencia. Los conceptos heredados (es decir, mis pre-conceptos) pesaban. Bastante. Yo venía de un medio familiar adonde todavía entonces se escuchaban encendidas discusiones acerca de Rosas (!!). Ni hablar de Perón. En esos tiempos comenzó a dibujarse una línea, tenue al principio y más tensa en el ´74, que diluyó el diálogo común, sectorizó el curso y planteó claramente una antinomia: o estabas ´adentro´ o eras un …(gorila, momio, imperialista yanqui…).
Yo estaba afuera. Mi refugio, entre asamblea y asamblea, era dedicarme a jugar al 7 y ½ con Guillermo, Fernando, Marcelo y algún otro participante menos asiduo, en la escalera del ascensor de la puerta de servicio.
Esto molestaba a quienes estaban en otra etapa, y a mí las asambleas. En algún momento me sentí sin espacio en un lugar tan grande.
Soportando el chubasco materno, que me decía que las cosas hay que bancárselas, salí del “Pellegrini” en mayo del ’74 (estando en 5º Año) y me fui a un colegio nacional.
Abrupta o paulatinamente según el caso, perdí contacto con mis compañeros de ruta de esos tiempos. Hasta hace unos días.

Jurásico

El ´75 fue un año de facultad ordenadito, ´contenido´ eficazmente por la Triple A que ya estaba en plena macabra limpieza. En el caso de Agronomía, los recién ingresados asistíamos a clase en un clima de relativo aislamiento de la pesada y persecutoria realidad de otras facultades. Claro que entre los asientos de multitudinarios cursos, se quedaban dormidos tipos cuarentones de saco y corbata, distribuídos de a uno cada tantas filas... que después se subían a su Falcon hasta la próxima clase.
El año siguiente comenzó a dejar sus consecuencias monstruosas. Vengo de una familia grande y con muchísimos años de Argentina, por ambos lados. Incluye un espectro ideológico variado, y una cantidad de contrasentidos que darían lugar a más de un libro de taras argentinas, taras que encubren a veces el talento o esconden los espacios de encuentro... Es decir, una muestra para mí, bastante representativa de nuestra sociedad. Romper con estas ataduras mentales y familiares para crecer solito me sacó a tiempo de Buenos Aires.
En abril del ´77 me vine al sur cordillerano a estudiar una carrera corta forestal. Al decir de algunos familiares estaba: ´tirando un futuro por la ventana´(es decir, la agronomía y mi trabajo reciente en Duperial). Una tía adorada me pronosticaba un futuro de alcoholismo compartiendo el rancho con alguna ´chinita´. Ambas cuestiones se hicieron realidad de algún modo, que es lo que todo gaucho en estas pampas puede anhelar. Aunque la china no llegó tan pronto, y el alcohol no ha sido tanto…
No tenía ni idea qué era lo forestal y qué era el sur. Cargué mis cosas más queridas, un bolso marinero lleno de libros, una guitarra, y dejé a una novia extrañándome y yo a ella, con la ilusión de un reencuentro patagónico. En el sur nací de nuevo a los 18 años. Pude tomar distancia de las cosas que me presionaban, convivir en plenitud con otra gente, y recuperar sentimientos guardados. Y respirar diariamente el aire de los bosques más lindos. Y descubrir a otra Argentina, talvez a la más profunda.

Pleistoceno

Dos años después, volví a Buenos Aires, al reencuentro con mi Penélope, a completar agronomía y a vivir otra vida más. En el ´83 terminé mis estudios y dos día después de mi último examen, fui a trabajar al Uruguay, en un hermoso campo frente a Martín García. Una maravilla a un paso del Tigre, aunque distante 50 años en desarrollo. Los tiempos corrían diferente allá, aunque no para los dueños argentinos, compradores del tiempo de la plata dulce, deseosos para entonces de sacarse el fardo de encima.
Así que, en poco tiempo se vendió el campo y de nuevo cambié de domicilio… a otro campo en Elvira, estación olvidada como todas las estaciones de la Argentina en el camino de Lobos a 25 de Mayo. Me duró poco, menos de una cosecha. Después seguí en el sur de Córdoba, y luego, otra peregrinación nacional. Ya Penélope no tejía más (para mí), y cuando un accidente terminó con su vida, mi pena y mis ganas de andar combinadas me llevaron en busca de un lugar en rápido tour, sucediéndose en cuestión de días Mendoza, Trelew, Esquel, y finalmente a mi terruño adoptivo sureño. Como todo el que llega, se trabaja donde se puede, y después, si se puede, en donde se quiere. Luego de una temporada en el centro de ski (contable, como corresponde a un ex del Pellegrini), comencé a trabajar en un novel centro agrícola educativo. Primera experiencia educacional (no formal) para capacitación de pobladores rurales criollos e indígenas.
Con ello vino el casamiento (ni china ni japonesa, medio polaca), y las hijas, es decir, la tranquilidad tan buscada por todo el territorio argentino se transformó en constante bullicio oral. Creo que por eso hoy hablo menos que antes (que ya hablaba poco) y escribo mucho más.

Holoceno

Del ´85 hasta ahora y al igual que todo argentino standard, he ido adonde el trabajo quería que fuera. En los primeros años de matrimonio, vivimos en una estancia neuquina, luego en mi pueblito adoptivo cordillerano, donde trabajé varios años como docente en la universidad y también en asistencia a comunidades mapuche.
Después, ruptura familiar mediante y con poco trabajo, recalé en Misiones trabajando para una organización medioambiental. La vuelta al pago, seis meses después, me reencontró con mis hijas y el trabajo forestal, con años de viajes entre Esquel y San Martín y con el placer de conocer maravillas naturales y humanas. Mi historia actual se conforma con la casa más cerca del bosque, una realidad cotidiana de hijos compartidos, investigación forestal, trabajos esporádicos en latitudes más cálidas, y trabajo hoy-sí-y-mañana-talvez.
Hoy, el retorno al recuerdo adolescente y al paso por uno de los mejores colegios de la Argentina, une la última línea de mi relato con la primera. Tal vez haya sido todo como lo conté, y por ahí quien lea esto sienta un cachito de cosa compartida.
Quizá en el rumbo, o en los sentimientos . . . . . .
Vuelvo, quiero creer que estoy volviendo,
Con buen talante y buena gana . . .

(1) compañera detenida desaparecida
(2) compañero detenido desaparecido.

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