miércoles, 20 de octubre de 2010

Excelencia o Contención

Marzo de 2004

Mi querido Eduardo:

Respondiendo a tu eterna catiliniaria: Excelencia o contención, creo que ya conocés  mi respuesta.

Un alumno que se preparó para ingresar a una escuela de excelencia, debe recibir precisamente ESO. La contención es colateral. Y aunque hoy en día, en la sociedad de mier. .  en la que vivimos, los chicos necesitan también de contención, me parece que, en todo caso, habría que empezar por enseñarles a los padres qué es lo que tienen que hacer, si tan olvidado lo tienen.
 Porque, que yo recuerde, a mí, a nosotros, a mi hija, a mis sobrinos y a unos cuantos pibes más que conocí y conozco, nos contenía nuestra familia. 
Creo que el problema surge cuando en casa nadie se hace responsable de un joraca porque "somos muy amigos con Federico/Leonardo/ María Pía/ Maite". No señor: un padre/una madre son, deben ser ni más ni menos que eso. Para amigos están los de la cuadra, los del club o los del cole. Los amigos no ponen límites, los padres, sí.
Si el colegio debe dar prioridad a la contención frente a la enseñanza, está con un problema muy grande: tienen un gabinete psicopedagógico que reíte del Hospital de Clínicas, el Borda y el Moyano juntos. No, chicos, no es por ahí. El colegio debe dar lo que siempre dio: educación de excelencia; formación en el respeto por los demás, por uno mismo y por la institución; criterio y capacidad de análisis y decisión.

Si el cole debe dar contención, estamos frente a una escuela con riesgo social, y no me parece que sea el caso. No al menos para el grueso de la población estudiantil del Pelle. No niego que haya chicos con problemas: los hay en todas partes y necesitan de toda la ayuda que puedan recibir. Pero ello no quita que deba exigírseles el cumplimiento de las premisas que fueron a buscar cuando ingresaron a la escuela, ya que de otro modo, habrían elegido otro establecimiento con características diferentes.

No me parece justo sacrificar al grueso del alumnado, que eligió el Pellegrini por razones similares a las que otros eligieron el Buenos Aires o el ILSE, en nombre de la "contención".

Y a todo esto, ¿qué quieren decir con "contención"? ¿Cuál es la oferta? ¿De qué tienen que contener a los chicos? ¿Qué pasa, son todos guachos sin familia? ¿Todos se drogan, se emborrachan con Tetra y birra en la esquina del kiosco, dejan embarazada a la amigovia y se toman el piro, no saben usar forros...?
 Aclaren, por favor, de qué hablan cuando hablan de "contención" porque se pueden contener muchas cosas y de muchas maneras distintas.

Que ofrezcan lo que deben ( y prometen) ofrecer: excelencia en educación.
 Me parece que la palabra "educación" les está quedando medio grande, porque, señores,EDUCAR con mayúsculas, implica también contener al alumno/estudiante/educando/discípulo/piojito de salita de tres, brindándole los límites que el susodicho/la susodicha necesitan y piden a gritos todo el tiempo mientras los adultos nos hacemos los boludos.

Contener  es poner límites, señores. el gabinete psicopedagógico y las jornadas solidarias son vidrios de colores frente a esta verdad de Perogrullo.

Y los límites, entre otras cosas, salvan más vidas de lo que la gente imagina.

Bueno, lo conseguiste. Va el baldazo de Fangio XXI.

Que Dios te ayude si se te ocurre poner este texto  en la próxima edición de "El Pellegrinense". Desde ya te advierto que van a ir a cortarte la cabeza y no precisamente la que tenés agarrada por el cuello. Eso sí, si lo publicás, tenés permiso para hacer La Gran Pilatos siempre y cuando incluyas este final. Si no, atenéte a las consecuencias.

Mónica Sacco,
compañera de la promoción 76

 


 2.- Eduardo, Me parece que estamos entendiendo mal la palabra contención. Cada uno le pone su propio rollo. No podemos aplicarla con el mismo significado en todas las escuelas, en todos los barrios, en las distintas regiones. Como pasa siempre, nosotros, los adultos, deberíamos aplicarla con flexibilidad, siempre con un criterio de salud para los chicos. La sociedad que formamos no conforma un ideal pero es la que tenemos. Tiene que ser un objetivo compartido mejorarla instalando los valores éticos que hacen que el ser humano ses desarrolle en plenitud.

 El Carlos Pellegrini, el Nacional Buenos Aires, el I.L.S.E., son parte de esta sociedad y sus alumnos están tan inmersos en la confusión cotidiana como los demás. Los chicos son chicos en todas partes y no creo que busquen ellos la excelencia en la educación. Somos sus padres los que los estimulamos, inducimos o exigimos para que hagan el esfuerzo necesario para ser parte de la elite de los que creen que pueden...ya la vida los pondrá en el lugar que les corresponda, como nos puso a nosotros.

 Los límites son indispensables. No están reñidos con el afecto ni con el estudio. Sólo que es difícil estudiar con hambre, con frío, en ese clima de desconfianza y deterioro que generó la crisis de nuestra Patria. Si la escuela ocupa un espacio donde los pibes se sienten seguros, cuidados, valiosos, también es su rol; porque no hay otras opciones para pelearle a la vida, a la mala vida. Contener significa quedar dentro de ciertos límites, restringir los excesos. Estoy segura, por supuesto que desde mi periférico y austral lugar, que es por donde hay que empezar cuando la realidad nos muestra que la familia no sólo no alcanza sino que en algunos tristes casos es el peor referente. Es lo que tenemos, estamos obligados a construir desde acá.

Patricia Schapiro, Promoción 69

 
3.- En cuanto a contención vs. excelencia, me parece una falsa opción. La educación es una sola actividad, con muchos segmentos y varias responsabilidades.

 Reducirla a dar de comer a los chicos y evitar que se droguen demasiado es renunciar a la inteligencia y al avance del conocimiento, sentando las bases para la dependencia cultural más absoluta.

 Reducirla a educar a las "clases dirigentes" en términos de excelencia es fomentar la distancia entre ricos y pobres, entre afortunados y desafortunados, y obtener el mismo resultado anterior mediante el fomento de una clase culturalmente privilegiada sin contacto alguno con el resto de los ciudadanos.

La educación - desde el jardín de infantes hasta la universidad - debe hacer todo eso: contener a los chicos, encauzar a los jóvenes, mostrarles las ventajas de la cultura, poner a su disposición los instrumentos para adquirirla y abrir, para quienes quieran y puedan aprovecharlos, los caminos de la excelencia. El proceso de la educación tiene un piso, que es atraer y encaminar al chico de la calle, y un techo (o más bien una chimenea) que consiste en producir intelectuales del mejor nivel internacional en las más diversas especialidades. No está dicho que todos deban recorrer todo ese camino, pero es preciso asegurar que todos tengan su oportunidad y que esa oportunidad tenga la menor relación posible con el poder económico del educando o de su familia. En estas condiciones, la controversia entre contención y excelencia no tiene que ver con los fines de la educación sino con los objetivos de cada uno de sus segmentos.
No está mal que haya colegios de élite, que exijan mayores condiciones de ingreso: del mismo modo, no cualquier interesado en la ingeniería entra en el Instituto Balseiro. Lo que está mal, y muy mal, es que los distintos segmentos de la educación, que se distribuyen los diferentes objetivos, no estén debidamente articulados entre sí. En estos tiempos, la educación primaria cumple sus objetivos con cierta eficiencia (mucho menor, por cierto, de la que tenía cuando yo mismo la cursé, entre 1944 y 1950).

 La secundaria es la mayor falla: se ha degradado de tal modo que sólo por excepción cumple los objetivos asignados (que consisten, a mi modo de ver, en proporcionar al estudiante una base cultural apropiada para la vida en general y para la continuidad del aprendizaje en particular). El Pellegrini cumplía bastante bien esa función en mi época (1952-1957);ahora no tengo información suficiente para opinar.
La universidad es terriblemente desigual: hay universidades mejores, universidades mediocres y universidades lamentables; pero, además, las buenas universidades ponen la educación a disposición de los alumnos sin garantizar necesariamente que ellos las aprovechen (como decía Discépolo: "no hay aplazaos ni escalafón"). El resultado de todo esto es que los títulos de grado están devaluados y el graduado es catapultado hacia el mercado (pago) de los posgrados, que con el tiempo acabarán devaluándose también.
   
En resumen, el piso de la educación es la contención pura, en tanto su techo (hablo aquí del título universitario de grado) debería ser la excelencia. Y los posgrados y doctorados no tendrían que ser nuevos requisitos para alcanzar lo que debería alcanzarse en el grado, sino una especie de chimeneas para que la excelencia se lance a la conquista de nuevos conocimientos y de nuevas realizaciones. La desconexión de los diversos niveles, en cambio, es funcional al proyecto de destrucción de la sociedad en la que a mí me gustaría vivir, proyecto que lleva ya cuarenta años de exitosa realización (y así estamos).
Un abrazo.

Ricardo Guibourg,
Ex alumno promocion ’57,abogado y actual docente de la UBA


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